“Se vale todo”: cuando la danza también es política

Diana Romero
3 min readJan 31, 2021

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Bailarines en escena durante la obra. Foto: Cuenta de IG de “Se vale todo”

Seis hombres con el torso desnudo y mojado de sudor están en escena.

Se acercan con pasos de ballet al borde del escenario, se juntan y se separan mientras bailan “Hasta que te conocí”, del cantante Juan Gabriel, en una versión algo más acústica que otras. Hay entre ellos -en un momento en el que solo bailan ellos- una tensión física y erótica que los mantiene en movimiento.

Entre saltos, vueltas sobre un solo pie, largas miradas de complicidad, pausas, nuevos movimientos, luces que hacen juego con el momento y brazos mojados que se sostienen y se tocan sin temores, ellos unen el cuerpo del otro sobre el otro, con el otro, para el otro, al ritmo de una canción, que más que canción, es un lamento.

En una sociedad tan pacata, miedosa y homofóbica como la guayaquileña, poner a seis hombres en pantalones apretados a bailar juntos una de las canciones más famosas de un cantante, que para muchos fue un ícono gay, es sin duda un grito valiente y político en contra de las masculinidades frágiles que se desbordan en la ciudad.

Esta es una de las partes más memorables de “Se vale todo”, el segundo montaje teatral de Pedro Pablo Moscoso, coreógrafo guayaquileño, que hace más de dos años adaptó el musical argentino “Y un día, Nico se fue”.

Pero la obra, que se presentó con sala llena durante todos los fines de semana de octubre en el Teatro Sánchez Aguilar, no se queda allí. También habla de violencia y de la rebeldía necesaria para portarse mal y que todo salga bien.

Moscoso, en declaraciones a varios medios de comunicación, cataloga a “Se vale todo” como un espectáculo de danza-teatro, que contiene piezas coreográficas de varios estilos, formatos dancísticos y géneros musicales, cuyo eje narrativo está tejido a través de las canciones que la conforman.

Trece bailarines representan una variedad de personajes: el hombre fornido, el que esconde los músculos, el vividor, la gitana, la bailarina de cabaret, la muñeca de trapo, la mujer misteriosa… Todos encarnan las historias que “Se vale todo” nos va contando.

Esos mismos hombres, que hasta hace un momento se entrelazaban entre ellos, ahora forman parte de otra coreografía que ahora representa al hombre tóxico y a la mujer víctima de maltrato, encerrada entre esos cuerpos, liberándose a través de las notas de flamenco de la cantante española Bebé.

“Malo, malo eres. No se daña a quien se quiere, no”, decía la canción mientras la bailarina -y luego, sus acompañantes- lanzaban un gruñido al ritmo del zapateo. Una especie de gemido coral sanador, redentor.

“Bronca porque matan con descaro
pero nunca nada queda claro
Bronca porque roba el asaltante
pero también roba el comerciante”.

Casi hacia el final, llega uno de los momentos más poderosos junto con “La marcha de la bronca”, una canción protesta de 1970 del dúo de rock argentino Pedro y Pablo: provocadora, contestataria, que habla de la posibilidad de ser, de sentir y del asco que provoca todo aquello que nos pudre socialmente y ante lo que a veces nos sentimos inútiles.

“Bronca sin fusiles y sin bombas
Bronca con los dedos en V
Bronca que también es esperanza
Marcha de la bronca y de la fe”.

Una puesta en escena como la de “Se vale todo” nos muestra que entre merengues, ritmos de trap y canciones tan divertidas como las de Miranda! siempre podemos hablar de temas profundos, como los derechos y las libertades. Finalmente, poner el cuerpo para expresarnos también es una declaración personal y un grito de guerra.

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Diana Romero

Periodista con curiosidades varias.